*Ivonne Vargas

Las cifras a veces pueden ser engañosas. O complejas de comprender, según sea el universo y los temas analizados. Pero una ventaja de éstas consiste en que nos ayudan a dimensionar los desafíos, y en cuestión de salud mental son varios los retos, empezando porque a la mayoría de los colaboradores les cuesta hablar en sus entornos laborales sobre el agotamiento, por temor a ser juzgados y estigmatizados.

A esta conclusión llegó Obertament, una asociación europea que lucha contra el estigma y la discriminación de los problemas de salud mental. De su informe ‘Salud en el ámbito laboral’ se desprende que 9 de cada 10 personas tiene dificultad para hablar sobre agotamiento, ansiedad y depresión, entre otros temas por temor a ser juzgado e, incluso, a perder su empleo.

Hay muchos temas en los cuales poner el “dedo en la llaga”, y uno de ellos es cómo hablar sobre salud mental o riesgo psicosocial en el lugar de trabajo -que exista un ecosistema de confianza para lograrlo-. Al hacer un zoom en México, es posible percatarse que la situación no es tan diferente a lo que sucede en otras economías: a nivel nacional 1 de cada 3 trabajadores presenta trastornos moderados que requieren intervención y sólo el 10% tienen acceso a servicios de salud mental laboral para abordar la situación. 

Un 49% de más de los colaboradores en el país asegura padecer tensión en su entorno laboral, 37% tiene problemas para dormir y 32% tiene dificultades para concentrarse durante la jornada laboral, según datos del ‘Barómetro de la salud mental de los trabajadores en México’, que incluye entrevistas con más de 2,000 colaboradores.

Una primera reflexión es ¿qué estrategias se tienen como empresa para crear ese ecosistema de confianza? El agotamiento, la desconcentración, particularmente con nuevos modelos de trabajo, es una realidad. Los colaboradores, sin embargo, suelen tener miedo de exhibir alguna pizca de debilidad en sí mismos, por temor a cómo eso pueda afectar su reputación y hasta la del equipo de trabajo. El 37% de los trabajadores asegura tener miedo de pedir ayuda por el impacto que esto puede tener en su futuro laboral.

Desconexión vida – trabajo 

En los últimos años, deportistas de élite como la gimnasta olímpica Simone Biles, han hablado públicamente de cómo afrontar las enfermedades mentales, y la manera en que la conexión con necesidades propias ayuda a afrontarlos, además de contar con un apoyo especializado. Los empleadores comienzan a seguir el ejemplo de los deportistas y no es para menos. De nuevo, las cifras confirman la urgencia de “tomar cartas en el asunto” y hablar sobre esto.

El estudio Health Trends 2024, realizado por Mercer Marsh Beneficios, determinó que la salud mental es uno de los pendientes –junto con la salud de la mujeres y beneficios inclusivos–, que se mantiene como una brecha que no se ha podido cerrar. 

Tras encuestar a 223 aseguradoras de 58 países, el informe reveló que 56% de ellas no cubren actualmente los problemas de salud mental, socialización y aprendizaje de niños, adolescentes y familias. Podría decirse que los problemas se agudizan porque los trabajadores no hablan de sus padecimientos ni agotamiento en el trabajo, no existen mecanismos para identificarlos y, por consiguiente, es complejo atenderlos. 

A pesar de que casi la mitad de la Población Económicamente Activa (PEA) en el país se siente agotada mentalmente en el trabajo, muchas aseguradoras no cubren o atienden este tipo de necesidades. El estudio de Health on Demand reportó lo siguiente:

  • 41% de las aseguradoras no cubren alternativas de salud mental ni tienen planes de hacerlo. 
  • 33% no lo hacen, pero tienen previsto hacer una capacitación para reconocer y abordar problemas de salud mental en uno mismo o en los demás. 

El exceso de trabajo suele hacer que las personas toquen fondo sobre ciertos aspectos, como la salud mental. Aparece una sensación de no saber dónde están los límites, por ello es necesario crear una cultura de confianza y atención, en las que los líderes o especialistas en la organización no solo promuevan la franqueza, sino que la practiquen; estar dispuestos a escuchar sin juzgar. 

Ésta es una perspectiva de la psicóloga Kelly Greenwood, fundadora de la empresa Mind Share Partners, una AC enfocada en trabajar la cultura de salud mental. Me resulta interesante porque no habla de invertir recursos económicos, el enfoque es hacer un mindset para cambiar la perspectiva que predomina y que es, “siento pena al hablar”.

Una perspectiva personal, aunque quizá resulte coloquial, es que las empresas podrían tratar la salud mental como la dental: de forma preventiva. No hay porque esperar a la aparición de caries, o a perder una pieza. Tal vez en el pasado la salud mental en el lugar de trabajo no estaba en el radar de nadie. Nadie hablaba abiertamente de ello, ni recibió capacitación sobre cómo manejarlo en el trabajo. Pero ahora es fundamental hablar del tema con una estrategia formal, la ausencia de conversación impacta la vida de las personas y de la organización de formas muy variadas. 

Un primer paso, y fundamental, es el diagnóstico, considerar la cultura de la empresa. Preguntas inmediatas, ¿hablan los líderes sobre salud mental?, ¿la empresa ofrece capacitaciones sobre salud mental en el lugar de trabajo?, ¿existen embajadores o guardianes de la salud para detectar cuando estos temas se presentan? 

Desde hace tres años, al menos, la OCDE cataloga a México como un país “preocupante” en la salud mental en los lugares de trabajo, pues la proporción de personas en riesgo de ansiedad en 2020 fue de 23%, mientras en 2022-23 aumentó en 25 y 26%. Eso deja ver que el bienestar es un tema ‘crítico’ y su atención requiere algo más que tener cierta actividad para desestresar.